—Sí, estuvo tenaz. Daniel le tenía agarrada la mano cuando el Jonathan simplemente cerró los ojos y dejó de respirar. Y la ambulancia nada de nada y nosotros ahí parados así como puuuuta no jodás y como que nadie sabía qué hacer y de repente el Daniel se para y voltea a mirar pa’ todo lado y empieza ¿dónde está? ¿Dónde está?! y mira para arriba y suelta al Jonathan y mira pa’ la pared y pa’ la ventana y se para y vuelve y grita ¿dónde está? ¿A dónde se fue? ¿A dónde? Y empieza como a buscar debajo de la mesa y debajo de los cojines del sofá y la ambulancia nada de nada y el man sigue gritando que dónde, que a dónde y ni le presta atención al Jonathan muerto y rebusca por todo lado y grita cada vez más fuerte y llora y pff, mejor dicho. Nosotros así como que ¿qué?, yo con los vellos parados y el nudo de la garganta y ya llorando y asustado viendo al Daniel… Estuve a punto de ir a decirle calmate, ahí está, está con nosotros, está en nuestros corazones o alguna pendejada así, pero menos mal se me adelanto la Juana y le dijo exactamente lo mismo y pff, el Daniel la miró así cómo de vos quién sos, no jodás y siguió gritando en la cocina mientras buscaba en las alacenas y detrás del refrigerador y en todo lado como esquizofrénico jugando escondite.
—Tenaz.
—Sí, es que uno qué se va a imaginar eso, que algo así pase.
—Y lo peor es la culpa, puta, la culpa. Preguntarse y preguntarse y saber que ya no hay nada qué hacer. Que el Jonathan ya no anda en ningún lado.
—Pfff, sí. Tenaz.