Te sientes como abandonado.
Te desespera. Te quedas con la sensación de haber dicho todo pero sin darte a entender. Como si hubieras ido a vomitar luego de haberte saciado con un buen manjar.
Te hace sentir inepto, fuera de ese círculo en el que todos parecen saber cómo se vive entre tanto desconocido.
A veces te deja tranquilo. Como cuando pudiste haberla cagado pero tu autocontrol te hizo pensar las cosas mil veces. Entonces estás a salvo. Se abren más tus ojos y esperas que en cualquier momento las otras bocas que no son las tuyas te den la pauta para que sean ellas quienes se sientan discapacitadas emocionales.
En ocasiones es un sutil mareo. Como cuando después de una gran fiesta te quedas con esa dulce sensación de haber apagado tu cerebro. Todos parecen emitir sonidos y sin querer aprueban tu desdén: ¿Ajá? Wow… ¿A poco? ¡Órale, qué loco! En tu cabeza rebota un zumbido. Tu estómago vibra, tu corazón pulsa, tus costillas se ensanchan y contraen. Te has dado cuenta de que tu boca ha permanecido cerrada.