Un lazo es fibras. No es sin nudos. Cuando unos lo piensan apéndice o decoración, para mí es sufijo de la piel. Se atan las manos y los tobillos; las intenciones, la disposición, los temores rancios, los adjetivos. No todo se somete, ni entra en el claustro del individuo: se abren las vías, se unen quien sostiene la cuerda y quien pierde las manos. Abrazo que no sale de las manos. Salida que a fuerza de caricias se vuelve entrada. Entonces a las palabras les sobran sílabas y cada acento es claro y orgulloso.
Ella lo sabe, y me besa en henequén.