Una de las gemelas había nacido con los signos de la oscuridad: los globos oculares completamente negros y ni un solo cabello en el cuerpo. Fue alejada del pueblo, abandonada para ser devorada por el bosque de la oscuridad. No se sabe cómo sobrevivió, dicen que la Oscuridad la tomó entre sus brazos y la amamantó y le puso por nombre Fragmento. Cuando cumplió treinta años quiso conocer todo sobre su hermana, Lisa. Comenzó a espiarla desde las sombras del bosque.
Supo que Lisa había sido una niña y una joven muy alegre, que se había quedado soltera para cuidar a sus padres que murieron hace unos años y que se había casado hace unos pocos menos y que esperaba a su primer hijo.
Fragmento anheló una vida como la de Lisa, anheló la vida que se gestaba en su vientre. Recordó las palabras que lograrían precisamente eso, escuchadas alguna noche que se perdía en la neblina de la memoria, una de esas noches en las que la Oscuridad le murmuraba sueños y pesadillas.
Dos palomas volaron entre las ramas y los ecos de su voz. Las palabras no fueron suficientes, hacía falta la crueldad total para dejar a su hermana sin vida y tomar completamente su lugar.
El feto se dividió en dos, célula por célula. Dos hermosos cadáveres habitaron sus vientres. La partera del pueblo logró sacar a tiempo el de Lisa, pero Fragmento dejó que la naturaleza siguiera su curso y la muerte la fue consumiendo como debió hacerlo hace treinta años entre las hierbas negras del bosque.