Su dulzura estaba extendida ante mí, una palma de mano abierta. Me subí de inmediato. ¿Qué había que pensar? Siempre me ha gustado lo dulce. Y ese olor, tan familiar. El humo es una cosa dulce y caprichosa. Se mueve lento y rápido a la vez. Nada lo detiene, hasta que se desvanece en el aire. Pero para entonces ya está en mis pulmones y ahí vive. Dulce humo. Mi madre era dulce. Rodeada de humo iba con prisa por los cuartos de la casa. Abriendo cajones. Colgando el teléfono. Enojada y sonriendo. Se acercaba a mí con el cigarro en la mano y me acariciaba la cabeza. Me dejaba despeinado y feliz. La casa olía a pizza y a humo. Diferentes humos, unos más suaves que otros. La veía con el ceño fruncido esperar junto a la ventana, mordiéndose las uñas. Y el cigarro en la mano. Luego tocaban el timbre una sola vez, corta y seca. Cada vez me parecía que ese sonido no sucedía; nunca vi a nadie al otro lado de la puerta. Pero ella sonreía, encendía un nuevo cigarro y la casa, entre humos, recibía su risa.
Ruth Brenes
Escritora. Mar de nervios en esta carne contrahecha. Sentir, sentir, sentir. Y de ahí pensar. Y así decir. Y en todo eso vivir. Vivo colgada de la parte baja de la J en la palabra ojalá.
El inicio
La primera vez que te vi estabas en el andén de enfrente. Me llamó la atención que a esas horas de la mañana…
La máquina del sí
Tanto habían girado ya los engranajes que habían extraviado en su memoria mecánica la posibilidad de operar en otro sentido. Se deslizaban, bien…
Triste deseo
Eras un ángel hermoso, eterno, alado de nubes plateadas y del amor de un dios que sólo quería para ti la libertad. Pero…




