Su dulzura estaba extendida ante mí, una palma de mano abierta. Me subí de inmediato. ¿Qué había que pensar? Siempre me ha gustado lo dulce. Y ese olor, tan familiar. El humo es una cosa dulce y caprichosa. Se mueve lento y rápido a la vez. Nada lo detiene, hasta que se desvanece en el aire. Pero para entonces ya está en mis pulmones y ahí vive. Dulce humo. Mi madre era dulce. Rodeada de humo iba con prisa por los cuartos de la casa. Abriendo cajones. Colgando el teléfono. Enojada y sonriendo. Se acercaba a mí con el cigarro en la mano y me acariciaba la cabeza. Me dejaba despeinado y feliz. La casa olía a pizza y a humo. Diferentes humos, unos más suaves que otros. La veía con el ceño fruncido esperar junto a la ventana, mordiéndose las uñas. Y el cigarro en la mano. Luego tocaban el timbre una sola vez, corta y seca. Cada vez me parecía que ese sonido no sucedía; nunca vi a nadie al otro lado de la puerta. Pero ella sonreía, encendía un nuevo cigarro y la casa, entre humos, recibía su risa.
Ruth Brenes
Escritora. Mar de nervios en esta carne contrahecha. Sentir, sentir, sentir. Y de ahí pensar. Y así decir. Y en todo eso vivir. Vivo colgada de la parte baja de la J en la palabra ojalá.
Preocupaciones de otro padre de familia
Nancy trajo su muñeca de tres ojos a la mesa una vez más. En los últimos meses la he notado particularmente obstinada con…
Ofrenda
… y así amaneció, con sus piernas abiertas sobre la sábana papel picado, y su sonrisa tan calavera y su perfume tan cempazúchitl…
Membranas de Luz
Se abren mis ventanas y adopto al viento táctil y precioso que aparece frente a estas hambres y frente a estos huecos que…
Lecciones básicas
Si es rico aunque sea tantito, y no me vengan con que no les gusta, porque la parchanga es la parchanga, el gusto…




