Te escribo esta carta con el pensamiento.
Pocas cosas han cambiado desde que te hice a un lado de mi vida. Sigo aquí.
La casa de mis sueños está callada y somnolienta. Y no es mi culpa ni la tuya, es del puto tiempo que no deja de reinventarse en todos lados, en todo momento. Afuera está la vida, sucediéndole a todos mientras no hacen otra cosa más que pensar cómo deben vivirla.
Es que, te lo digo en serio y angustiado, la casa de mis sueños está callada y somnolienta. Debe ser este porro que aún no abandona mis pulmones por completo, debe ser el exceso de suspiros o debe ser la ausencia de palabras.
(No hay mucho más que escribirte.)
Estoy obligado a pensar menos pues la casa de nuestros sueños -además de callada y somnolienta- está reduciendo el espacio donde una vez cupo nuestra felicidad.
Ahora hay tan poco lugar para respirar que -con suerte- el humo se hará uno con las ganas de desaparecer y juntos saldrán por la chimenea.
Aquí te espero.