Había cuatro tejedoras del mundo, pero la historia decidió sacar a una. Ella tejía el sintiempo, por eso la dejaron fuera. Le daba vida al espacio del hubiera donde todo lo que nace, nace perdido. Es curioso que exista ese tiempo que no existe. No por eso ella teje menos, lo que pasa es que no se le ven los hilos que utiliza. No creemos en lo que no vemos, a eso nos hemos acostumbrado. Pero ella sigue el camino de sus dedos al urdir las hebras para el telar. Son telas finas, que cubren la vida de cada persona, por lo menos una vez. El hubiera es una ventana a las cosas perdidas, a los dolores preciados, a los corazones que cambian y a los que se rompen. Es lo que no hice y lo que pude haber hecho, porque podía. Me recorre —el hubiera— queriendo cambiar una palabra por otra más amable. El hubiera es un abrazo que no alcanza a cerrarse, pero que cura porque hay algo ahí que permite aferrarse o seguir. Es la decisión no tomada pero continua de moverse a pesar de todo, de vivir a pesar de todo. Cajita abierta de recuerdos de lo que nos tocó profundamente sin que pueda saberlo nadie. Al final del día, la tejedora regresa de la historia imaginada a la real, donde sólo lo que es es, y el hubiera no existe.
Escritora. Mar de nervios en esta carne contrahecha. Sentir, sentir, sentir. Y de ahí pensar. Y así decir. Y en todo eso vivir. Vivo colgada de la parte baja de la J en la palabra ojalá.
Ilustradora / diseñadora gráfica / artista plástica.
Amo la naturaleza, los misterios, los colores y las texturas.
Me gusta cantar y hacer audiovisuales.
Soy autodidacta. Desde pequeña me interesé por el arte, siempre buscando y experimentando.
A lo largo de estos años he participado en numerosos eventos y exposiciones, individuales y colectivas, de pintura, fotografía e ilustración. Estas últimas fueron expuestas en EEUU y distintos lugares de Latinoamérica.
En cada creación reflejo lo que me llega del mundo y, al mismo tiempo, me descubro.
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