Había cuatro tejedoras del mundo, pero la historia decidió sacar a una. Ella tejía el sintiempo, por eso la dejaron fuera. Le daba vida al espacio del hubiera donde todo lo que nace, nace perdido. Es curioso que exista ese tiempo que no existe. No por eso ella teje menos, lo que pasa es que no se le ven los hilos que utiliza. No creemos en lo que no vemos, a eso nos hemos acostumbrado. Pero ella sigue el camino de sus dedos al urdir las hebras para el telar. Son telas finas, que cubren la vida de cada persona, por lo menos una vez. El hubiera es una ventana a las cosas perdidas, a los dolores preciados, a los corazones que cambian y a los que se rompen. Es lo que no hice y lo que pude haber hecho, porque podía. Me recorre —el hubiera— queriendo cambiar una palabra por otra más amable. El hubiera es un abrazo que no alcanza a cerrarse, pero que cura porque hay algo ahí que permite aferrarse o seguir. Es la decisión no tomada pero continua de moverse a pesar de todo, de vivir a pesar de todo. Cajita abierta de recuerdos de lo que nos tocó profundamente sin que pueda saberlo nadie. Al final del día, la tejedora regresa de la historia imaginada a la real, donde sólo lo que es es, y el hubiera no existe.
