—Te amo –le dijo por primera vez.
—Yo también te amo –le respondió.
En el callejón a la vuelta de su casa cada mirada se fijó en la del otro. La luna en cuarto creciente husmeaba por entre las terrazas. El azul y rojo de la patrulla que cruzaba por la esquina bañó su piel con intermitencia.
Sus ojos no cambiaron de objetivo. Sus labios, impávidos y ansiosos, exhalaban sobre los del otro.
Cuando la patrulla desapareció y el silencio volvió, apretó el gatillo