Skip to content

Teoría de cuerdas

Creo en la teoría de cuerdas, pero de cuerdas vocales. Creo que las palabras son como las microondas: invisibles pero presentes en todo el espacio. No estás vestido de rojo hasta que alguien lo dice, no eres coqueto hasta que alguien lo menciona, no eres un patán hasta que alguien lo comenta. Las palabras son cárcel y mar abierto. Las palabras, después de dichas y ya inaudibles, se abrazan a todas tus neuronas y células nerviosas para rebotar como carros chocones en tu cuerpo, en tu pecho y, sobre todo, dentro de tu cabeza. Todo es palabras, incluso el silencio son palabras viejas que ya fueron pronunciadas. Las palabras pueden convertir a un extraño en hermano y a un hermano en Papa, mendigo o enemigo. Por eso los sabios callan y hacen oídos sordos, porque no quieren perder el control y minimizan la cantidad de letras que se adueñan de su conducta. Las palabras matan el instinto, encadenan los sentimientos y ponen precio al cuerpo. Son peligrosas y, parecidas al demonio, se las han ingeniado para hacernos creer que no hay que pensar en ellas. Son la goma que nos une y el pegamento industrial que nubla la mente y nos fija a losas pesadas de dolor y tristeza. Las palabras son vida, sociedad, esquizofrenia, soledad y muerte. Son las tejedoras de la realidad.

Ahora, con esto dicho, ¿qué me susurrabas?

 

Loading
Tras ganar su primer premio en efectivo, cambiarlo por brandy y cerveza y beberlos con sus rivales, descubrió su pasión por las letras y que la sopa en realidad sí es un buen alimento ...
Ilustradora. Fragmentando ideas, recorriendo el mapa interior. Jugando con las posibilidades de los espacios en blanco.
Anterior
Siguiente

No pares, ¡sigue leyendo!

Ética profesional

Confianza

Lo único que me queda es confiar. En este ramo no se puede hacer otra cosa. Puedes estar a la expectativa de lo…

¡Hablad!

Alquiler

¿Carece todo de sentido? Los árboles pierden hojas y ganan flores. El sueño de los Maculís ha terminado.

Devorador

Ciudad

El monstruo devorador de ciudades despertaba cada mil años y se tardaba otros mil en devorarlas por completo. No era grande, era del…

Volver arriba