Si es rico aunque sea tantito, y no me vengan con que no les gusta, porque la parchanga es la parchanga, el gusto es el gusto. Justamente, ahí donde se acaba de meter el Chevy está la mera fiesta: dos, tres, cuatro chamaconas listas para la batalla. Bueno, bueno, pa’ qué preguntas, mijo, usted déjese querer que “agujero, aunque sea de caballero”, y ¿qué sabes de amor si nunca te ha abrazado un oso?
¡Sí!, así como lo ves, a este asunto vienen tipos de todos lados y colores, y no es porque les guste la de arroz nomás porque sí, es porque mis niñas les dan cariño de sobra, son a todo dar y no los roban. Le llaman “la ruta del placer” o “la puti vuelta”. Es más, regresan a su casa contentos, relajados, con ganas de ver a su mujer y a los chamacos. Y así es todos los días: los que vienen a chingarse la raya o los que vienen pa´ conocer: a esos sí les llegan a hacer báscula ratera, pero es la novatada, ya después ellas solitas se ponen a mano con unos buenos mamuts.
Ora que si vienes muy lanza a dejar tus centavos, te van a regresar bien ordeñado pero de la cartera, mano. Esa es otra: saber medirse y venir por lo suyo, no por más. Es un ratito y nada de que te enamoras como chamaco, ni que te quieras llevar a una a vivir contigo. Porque aquí se trata de pasarla bien, de dejar la chingadera de todos los días a cambio de unos pesos, no de sentirse la mamá de Tarzán con las niñas. ¡Oh, que su chingada madre!, sí, las niñas, para mí son mis niñas.