Cuerpos sin huesos: ahuecados ojos posados en borde alto donde el azul no existe ni se hinchan de agua las nubes. La luna está perdida en el límite impreciso donde las mareas no crecen ni se calman o rebelan. Sólo el acertijo que dialoga con el camino evaporado, en el que alguna vez anduvieron los pasos de alguien. El silencio recuerda los oídos, pero los murmullos renunciaron a sus bocas…
No hay memoria para recordar ni recuerdos en el tiempo. Los relojes ya no están, tal vez sea por eso que las iglesias se derrumbaron, o porque ya no hubo más manos para tirar de las cuerdas de sus campanarios.
Cuerpos sin huesos, sin sangre y sin órganos… pero que deambulan donde ya no llega la muerte. Cuerpos que no tuvieron tumbas, porque no hay más tierra ni veredas para arropar sus huesos invisibles.
Y estos signos, que te engañan, sólo son palabras no escritas en el lamento de lo alguna vez fue un árbol sin idioma: y que nacieron ahí, donde ya ni siquiera el viento sopla.