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Lo relativo

Afuera está la señora que empuja su carrito hecho de tambos oxidados. Acumula, como todos los días, las hojas de ese árbol, el mismo que con ráfagas de viento toca con sus ramas mi ventana haciendo un chillante ruido como el de unas uñas al ras del vidrio y que por las noches se dibuja en la pared como un árbol típico de pesadilla infantil, expandiendo y contrayendo su tamaño, acercándose y alejándose de mi cama, la misma en la que ahora, recostado, trato de escribir las conclusiones de una temporada de trabajo entre calles y observaciones, entre teorías e hipótesis. Es en esta misma cama en la que a veces me atrapan los sueños, haciéndome sentir la liviandad de mi cuerpo mientras las paredes convierten esta misma habitación en una galera enorme o la pesadez ante la probabilidad de ser aplastado por esas mismas paredes que se acercan tanto a mi cuerpo convertido en una maraña de indecisiones líquidas pues el sudor corre por mi frente y pecho.

Pero ahora es el ir y venir de ese cursor en la ventana de conversación el que debería de una vez por todas desaparecer y convertirse en letras, en gritos o en silencio. Y es que mis palabras parecen frágiles mariposas que alberga mi estómago y que no se atreven a parar, al menos de momento, en una de esas ramas que en las noches de viento tocan mi ventana, esta misma ventana por la que alcanzo a ver a esa señora que barre la acera y que quisiera ignorar para de una vez por todas decirle a Magda: Yo también te quiero.

 

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Escritora. Escribe para no olvidar(se). Escribe recordando que las letras divagan entre libros e imágenes, por eso se apresura a aprehenderlas. Escribe porque le atraen los instantes. Escribe porque le desespera esperar. Escribe aunque su letra sea todo menos bonita.
Ilustrador. Lo que nos da la propiedad de reyes o reinas es la vida misma y el hecho de que la vivamos personal e individualmente aun cuando sabemos que somos parte de un todo, aun cuando en los momentos más oscuros nos consuele saber que nuestras oscuras preguntas estén en la mente / espíritu / alma / esencia de otros. Esa virtud innata de vivir es fuertemente enriquecida con la virtud de dar vida, de ser nosotros mismos canales para la creación de nuevos mundos que se impongan a la cuestionante y finita realidad. Es allí donde creo confluir con este proyecto de creación colectiva, donde los ríos se cruzan aumentando su caudal para simplemente seguir irrigando (sí, también, por qué no, hasta llegar al mar).
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Esto comienza una tarde de verano —llueve— y en mis adentros no tengo la más mínima idea de cómo comenzar este texto. Doy…

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