Skip to content

Los globos

Misi no tenía brazos. Tampoco tenía piernas. Era una hermosa niña de nueve años y ochenta centímetros de largo cuando se recostaba, o de poco más de setenta de alto cuando tomaba asiento. Como muchas otras personas en su condición, comía helado cada vez que alguien podía dárselo en la boca, porque no le gustaba ensuciarse la cara comiendo a solas. No hay mucho más que contar sobre ella, salvo, quizá, esa ocasión en que le regalaron unos globos por su cumpleaños y no pudo agarrarlos. Ese día se enojó mucho. Pero por lo regular era una niña feliz. Sí, cada que podía, Misi era una niña feliz.

Músico, escritor, lector, cinéfilo, melómano, hijo, primo, hermano y amigo nacido en la ciudad de México un hermoso y soleado miércoles 29 de febrero de 1984. Gusta de todas las formas de la imaginación y del humor sin discriminación alguna. También disfruta ocasionalmente de una buena novela policiaca. Sostiene que la escritura literaria es una búsqueda donde la voz del escritor debe ser la única constante. En alguna reunión llegó a afirmar: “Puedo suscribirme a cualquier corriente de pensamiento, siempre y cuando sea lo bastante corriente”.

No ha recibido ninguna distinción literaria, pero ha otorgado dos títulos de “Abuela Honoris Causa” hasta el momento. El primero a Susan Sontag por su labor crítica y, sobre todo, por esta fotografía; el segundo a Wisława Szymborska por su obra poética y por la persona que imagina detrás de esos poemas.

Participó en el proyecto de investigación de literatura policiaca “Crimen y ficción”. Actualmente escribe una columna mensual de cine para la revista Síncope, mantiene el blog “Antología (no tan) arbitraria de textos” y toca la guitarra en la banda mexicana de swing Cotton’s.

Anterior
Siguiente

No pares, ¡sigue leyendo!

Otro cancerígeno texto de amor

Humo

Quisiera ser un cigarrillo atrapado entre tus dedos, abrazado por tus labios mientras inhalas con el ansia de un vicioso todas mis entrañas…

Adios

Incertidumbre

Entonces quién o qué se mueve en todo este «final» si a la hoja seca por el suelo no la mueve el viento…

Olvídate de todo

Espíritu

«Lo primero que hay que hacer es dejarse de bobadas», me dijo mi madre cuando cumplí 7 años. «Olvídate de que las hadas…

Volver arriba