Skip to content

Los regalos comienzan por uno mismo

En el jardín era diciembre; el frío traspasaba la tierra.
Quizás era la escarcha, la tristeza o la inmensidad del silencio.
El paso de las sombras.
Los nombres perdidos en la tierra.

De ninguna semilla se habían logrado abrir los tallos.

Decidió que ella misma compraría las flores, aunque no daría una fiesta como Clarissa Dalloway. Serían para ella y el jardín; las haría crecer sobre el terreno infértil.
No era la primera vez -aunque siempre esperaba que fuera la última- en la que lograra rebasar los límites de lo que creía imposible.

– Llenaré este jardín de flores, se repitió.

Era un buen día para comenzar.

Loading
Escritora. Cafeinómana, observadora, insomne. De ser trapecista caminaría todo el tiempo por las orillas.
Ilustradora. Buscadora, viajera, siempre cambiante. Contadora de historias en este viaje ilustrado.
Anterior
Siguiente

No pares, ¡sigue leyendo!

La tisana de Luisa

Tempestad

Dejó de llorar cuando le quedaban doce lágrimas para secarse por completo. Días después de ver como moría cada uno de sus recuerdos,…

Depredadora de futuros

Futuro

Llevo un mes con las neuronas llenas de futuro y caracoles. Me parece que soy un personaje de ciencia ficción sin nombre ni…

Volver arriba