Todo empezó con un pequeño moretón. La piel que cubría sus costillas se le hizo brillosa, tornasol, con pequeñas aberturas tipo branquias
Eso fue un martes al regresar del acuario
Llovía
Él lloraba
En su casa, el agua de la lluvia se metió por la grieta del techo
La vida terrenal que hasta entonces conocía se transformó en un modo acuático.
No hacía otra cosa más que evitar cualquier palabra, asociación o imagen que hiciera referencia al mar, pues cada noche sin quererlo y sin pensarlo era perseguido por pequeñas olas nacientes al pie de su cama
Entonces todo él se retorcía
En su estómago provocaba un brincoteo de órganos, el chirrido de tripas, la sequía de su boca
Él sólo quería ser un pez
Pero sus esfuerzos sólo le alcanzaron para desaparecer sus orejas
Desde entonces su apariencia era más de un renacuajo