Intenté dar con tus problemas utilizando mis palabras. No llegué a nada.
Luego busqué a tus problemas con mis ojos, sin decir nada. En tu rostro ya no había ojos, borrados por esa redonda luna que nos revolvía el sistema.
Casi al rendirme noté que, aunque tu rostro ya no era el mismo, tus manos seguían siendo ese huesudo mal recuerdo. Busqué en ellas a tus problemas; bastó con tocarlas una vez para recibir la primera herida.
No pude más. Estaba harto de no entenderte. Harto de que no me entendieras.
Besé una boca que se sentía extraña e hiriente, abrí tus piernas tanto como pude, sembré en ti todos mis problemas, encontré de regreso todos los tuyos. Nos hicimos daño.
¿Por qué tardaste tanto en ser tú?
Ambos perdimos cosas. Nadie gana. El tiempo lamentablemente (?) es infinito.