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Un sueño

Para Andrea Peralta

Cuando abrí los ojos me encontraba flotando a la deriva en una balsa de troncos sobre las aguas del Támesis londinense, un río al que conozco sólo de pinturas y fotografías. No había sino unas cuantas luces en aquel lugar y su brillo tenue apenas dejaba ver los límites del cauce, los bordes del gran reloj británico, como sugiriendo un paisaje luctuoso. A bordo me acompañaba un amigo al que había dejado de ver muchos años atrás. Yo, desangrándome por múltiples heridas en el cuerpo, estaba recostado sobre algunos trapos; él, sentado a un lado de mí, me miraba morir silenciosamente.

Podía escuchar claramente el latido de mi corazón retumbando sólido en el interior de mi pecho p-pm, p-pm, empujando la sangre hacia mis extremidades, p-pm, p-pm, a cada latido más lenta y fría, a cada latido más necia, p-pm, p-pm. Podía sentir cómo el calor abandonaba mi cuerpo, filtrándose entre los troncos amarrados de la balsa para entibiar el río. Cada nuevo parpadeo me exigía más tiempo y me parecía más inútil que el anterior.

Me mantuve lo más calmado posible, pensando en que por fin podría conocer lo que hay después de la muerte, mientras daba mis últimos respiros y relajaba el cuerpo hasta dejarlo reducido a un montón de carne deshabitada.

De pronto sentí que todo regresaba a mí en un respiro profundo y prolongado: el calor, la sangre, la vida; todo en un respiro que me obligó a abrir los ojos y tomar consciencia del mundo. Estaba acostado sobre mi cama.

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Músico, escritor, lector, cinéfilo, melómano, hijo, primo, hermano y amigo nacido en la ciudad de México un hermoso y soleado miércoles 29 de febrero de 1984. Gusta de todas las formas de la imaginación y del humor sin discriminación alguna. También disfruta ocasionalmente de una buena novela policiaca. Sostiene que la escritura literaria es una búsqueda donde la voz del escritor debe ser la única constante. En alguna reunión llegó a afirmar: “Puedo suscribirme a cualquier corriente de pensamiento, siempre y cuando sea lo bastante corriente”. No ha recibido ninguna distinción literaria, pero ha otorgado dos títulos de “Abuela Honoris Causa” hasta el momento. El primero a Susan Sontag por su labor crítica y, sobre todo, por esta fotografía; el segundo a Wisława Szymborska por su obra poética y por la persona que imagina detrás de esos poemas. Participó en el proyecto de investigación de literatura policiaca “Crimen y ficción”. Actualmente escribe una columna mensual de cine para la revista Síncope, mantiene el blog “Antología (no tan) arbitraria de textos” y toca la guitarra en la banda mexicana de swing Cotton’s.
Tras ganar su primer premio en efectivo, cambiarlo por brandy y cerveza y beberlos con sus rivales, descubrió su pasión por las letras y que la sopa en realidad sí es un buen alimento ...
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