Skip to content

Viuda

Se desprendió la boquilla de marfil de los labios y me acarició la solapa del saco con la punta de los dedos. Rozó el fistol de cristal y bajó directamente al pañuelo. Creí que se secaría una lágrima con él por debajo del velo, pero se conformó con sacarlo con lentitud onerosa: lo frotó por su cuello, lo deslizó por debajo de la oreja, el mentón, lo hizo merodear por su seno y le dio una mirada antes de ajustarlo entre los botones de mi camisa. La boquilla volvió a ella y tras una calada desaparecieron sus ojos.

Dio dos pasos atrás y la vi alisarse el frente de la crinolina. El vestido recobró su cuerpo, cayeron de nuevo las volandas, relumbraron las puntas del negro guante. Era un antorcha oscura y crepitante; de sus labios se escurría el humo de su ignición.

Desvió la mirada y tras ella fue todo el rostro. Un invitado, asomado apenas detrás de una maceta, se alisaba también los pantalones. Le dirigió una sonrisa, mordió la boquilla y se alejó de mí antes de que pudiera estirar los brazos.

Otra vez las palabras se me evaporaban en la boca. Otra vez me dejaba deseándola por días.

Loading
Escritor. Lugar común: perfil obsesivo compulsivo, pero es cierto y útil en producción editorial. Editor, traductor, corrector de estilo.
Ilustrador. Soñó que se caía, pero se agarró de un lápiz.
Anterior
Siguiente

No pares, ¡sigue leyendo!

EY II

Vergüenza

La naturaleza no es amable El sabio no es amable La naturaleza no pregunta, toma El sabio se pregunta y toma: ¿El sabio…

Volver arriba