Una sensación de sangre contenida. El revuelo que se estrella en la pared
Estampa de una fuga, de un silbido leve, escaso de viento
La penumbra desviada, sin rincones, apartada de la noche
Ese paso descalzo no suena contra el piso
El sonido de la gotera es persistente y la pupila no se contrae. Es pura dilatación en párpado abierto
El reloj avanza. Pero yo me quedo ahí con la atención dispersa en las moléculas de polvo que flotan en el quicio de la ventana
La persiana me da una oscuridad mediocre, grisácea. Al otro lado del mundo es de día y ¿quién dijo que aquí es de noche? En todo hay tanta luz
¿Le pasé el cerrojo a la puerta?
El vecino se durmió ya, su luz está apagada, su cocina quieta
Ya solo las paredes crujen
El hueco insomne se abre paso en el centro del estómago, ataca el tórax, oprime el diafragma y trato de jalar más aire. Entre más inhalo menos respiro, con cada exhalación el intervalo entre una aspiración y la siguiente se hace más corto. La rapidez me sobreviene, se me viene encima, es un quejido de oxígeno trasmutado en dióxido de carbono. Sé que cada célula de mi cuerpo está en esto, amotinada en contra del sueño. Empeñada en acelerar el insomnio hasta el borde del despertador.