Otro más de mis memorables quiebres. Desde hacía tiempo mis amigos pensaban que ya tenía suficiente. Pero yo tanto te amé, que por más que la lógica impecable de mis argumentos te destruía, mi memoria ipso facto te reconstruía.
Intento consolarme en el pensamiento de que sólo sufro los reveses que mi propia galantería me ha jugado. Soy un cerdo, sí. El mal me ha deformado. Pero muy en el fondo sé que, aunque no hubiera hecho nada, mi inocencia no me habría salvado.
«Nunca pensé que volvería a estar a tu lado; te amo, amor. Nunca olvides que ahora voy a hacer todo para nunca separarme de ti. Eres lo mejor que me ha pasado.»
Mentir en el amor es pecado cósmico, es mover órbitas falsas con astro negro en el centro.
Un golpe inversamente proporcional al amor que sentía por ti era el único medio para poder despertarme. Y así fue, a través de una evidencia irrefutable. Si bien yo ya no te daba un solo motivo de queja, pronto debí prever que los celos son retroactivos y traen endechas.
No hay marcha atrás, el proceso de autodestrucción se ha iniciado. Ya no me aterra ni pensar que pude haber sido alguien más que me reclama su suerte desde lejos.