La vida siempre fue un eco tímido, una duda sin sentido, un no saber, un no sentir.
Esa lucecita, que un día encendieron para darle un nombre y un propósito a un ser artificial, finalmente falló.
Me llevaron a un cuarto oscuro y me llamaron vencido. Iban a destruirme, pero cuando llegaron a darme fin yo ya no estaba: otra lucecita se había encendido en mí, un corazón de verdad creció y se aferró a mis circuitos.
Creyeron que me habían robado pero no, me levanté y seguí caminando como hasta ese momento lo había hecho. Esta vez no hubo propósito, era yo y un latido desconocido.