Ni siquiera por ser muy tumultuoso frufrú de uruchurtu ni por rendirle cuentas al Zulu del Sur que, burlándose, me preguntó: ¿cuántas ovejas alcanzó a contar anoche? Y ni siquiera por eso supe que él tenía muy presente, al estar evaluándome, que 10.4 noches antes un tul de burbujas patas pa’jhrriba me había robado el sueño.
Él se estaba burlando. Con sus diez dedos, repiqueteaba su escritorio corolingeomontado. Pero eso no me sorprende del Zulu del Sur. ¡No!, la pregunta y el asombro están en quién le dijo sobre el tul de burbujas patas pa’rriba.
Ellas entraron hace 10.4 noches, con una sonrisita hipócrita, por el espacio que dejan las moléculas de las que están hechos los vidrios de las ventanas de mi casa, de mi vecindario y de todos los pinches vidrios del mundo.
Entonces él sabe del insomnio, de mí y del tul de burbujas patas pa’rriba. Qué cabrón tan más listo. Lo único que le falta por saber para convertirse en el Zulu del Sur más inteligente de los sures es cuántas ovejas logré contar anoche.
Pues bien, mi juez, mi bandaletanía de sorbo, usted no sabrá de mis ovejas ni sabrá de lo que yo era en el momento en que entraron.
¿Cuántas ovejas? Que chafaldratería. ¿Pero qué dijo usted? A este muy tumultuoso frufrú de uruchurtu lo encierro en un consultorio y lo siento derechito, babeando y reconchinflando la cabeza para volverme el cabrolingeo más sabiondo de los zulus del sur. Pues ni eso ni aquello. Únicamente silencio y usted no ha de saber nada.