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Soliloquio de un voyeur

No había cosa que deseara más que verla desnuda, pero no tenía idea de cómo pedírselo. Durante mucho tiempo traté de encontrar la manera en la que un tipo como yo pudiera acercársele con una petición como ésa sin ser rechazado al instante: no soy fotógrafo, ni pintor, tampoco tengo aptitudes para el dibujo ni interés alguno por hacer poemas; estoy completamente incapacitado para escribir una gran novela amorosa basada en su vida; nada tengo que ver con las grandes productoras de cine y televisión, así que no podría ofrecerle un papel que la llevara a la fama. Tampoco miento: me desagrada por completo la ilusión de la mentira. Trato de evitar promesas que no pueda cumplir, porque el futuro no tiene nada que ver en esto. Pienso, no sin esperanza, que ella podría aceptar algún tipo de intercambio sin llegar a ofenderla con la idea de una simple transacción monetaria. Mentiría por completo al ofrecerle una relación de cualquier tipo, una llamada o un mensaje al día siguiente, incluso mi nombre. Mentiría por completo al ofrecerle lo que fuera. No veo violencia en esto, ni degradación de ningún tipo. Nada tiene de vulgar ni hay cosa maliciosa en el deseo. Pero sé que es fácil desconfiar de él. Imagino el diálogo: Quisiera ver tu cuerpo desnudo. ¿Para qué? De todos modos quisiera llevarla a un acto consensuado de contemplación. Podría ofrecer mi propia desnudez, sí, pero siento que sólo enturbiaría el asunto con suposiciones y, aun así, me siento obligado a ofrecer algo a cambio. Y en realidad quisiera dar algo más, pero el amor me parece tan grande y la amistad tan chica.

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Músico, escritor, lector, cinéfilo, melómano, hijo, primo, hermano y amigo nacido en la ciudad de México un hermoso y soleado miércoles 29 de febrero de 1984. Gusta de todas las formas de la imaginación y del humor sin discriminación alguna. También disfruta ocasionalmente de una buena novela policiaca. Sostiene que la escritura literaria es una búsqueda donde la voz del escritor debe ser la única constante. En alguna reunión llegó a afirmar: “Puedo suscribirme a cualquier corriente de pensamiento, siempre y cuando sea lo bastante corriente”. No ha recibido ninguna distinción literaria, pero ha otorgado dos títulos de “Abuela Honoris Causa” hasta el momento. El primero a Susan Sontag por su labor crítica y, sobre todo, por esta fotografía; el segundo a Wisława Szymborska por su obra poética y por la persona que imagina detrás de esos poemas. Participó en el proyecto de investigación de literatura policiaca “Crimen y ficción”. Actualmente escribe una columna mensual de cine para la revista Síncope, mantiene el blog “Antología (no tan) arbitraria de textos” y toca la guitarra en la banda mexicana de swing Cotton’s.
Ilustrador. De manera que el único remedio, en espera de que llegue el asalto final, es volver la mirada a lo extraordinario, lo único que todavía nos puede salvar. –Walter Benjamin
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