Heriberto del Huerto Altamirano nació en un rancho y, desde que las primeras olas de Internet llegaron al pueblo, decidió largarse apenas le fuera posible a la Gran Ciudad, a vivir bajo noches iluminadas, tardes aglomeradas y moderneidad. De su vida austera no quería más que su desaparición. Cheche, como le decían por sus iniciales, llegó a su destino soñado a los 16 y, aunque se sintió como caviar recién empollado en un océano de posibilidades, nuca pudo conocer la superficie.
