Eras un ángel hermoso, eterno, alado de nubes plateadas y del amor de un dios que sólo quería para ti la libertad. Pero tú no quisiste la eternidad, ni las alas algodonadas ni el amor. Tú querías la realidad de lo humano, ser de carne, ser de huesos, querías un corazón en vez de alma.
¡Oh! Mi querido ángel, caíste de tan alto y no hubo nadie para recibirte aquí abajo. No fuiste feliz siendo criatura divina, tampoco lo serías siendo de sangre, pero cómo habrías de saberlo cuando el deseo de ser otro te creció detrás de los ojos antes siquiera de saber quién eras.