Según los viajeros, un pueblo como Atongo de Abajo siempre se ha distinguido por ser aburrido. Los jóvenes sueñan con irse a trabajar a Estados Unidos y ahí emborracharse, tener sexo y andar de fiesta en fiesta.
La mayoría de los jóvenes no regresan y el pueblo se ha convertido en un cementerio de ancianos vivos.
A principios de diciembre, un joven descendió del camión de la tarde. Llegó a casa de sus padres y les dijo que sólo tenía la intención de cenar con ellos y pasar la noche.
-¿No te quedarás?
-Sí, pero ya no es para tanto. Mañana me mataré a mediodía, pero quiero morder el polvo en un lugar tranquilo.