Amira tenía asma cuando pequeña. Su papá, el ingeniero Carvajal, le construyó un humidificador que se parecía a R2-D2. No era un simple humidificador, tenía incluida una caja musical que tocaba todas las noches la canción de Agustina y el mar y todos los días, con tan sólo presionar un botón, The passenger de Iggy Pop. Además prendía los ojos, hablaba como en las películas y proyectaba estrellas y constelaciones cada que anochecía. En la espalda una pequeña manivela permitía darle cuerda para que avanzara por sí solo unos cuantos pasos y un pequeño compartimento, escondido en el costado, le servía para guardar sus aretes, pulseras y muñequitas más pequeñas. Para rematar, el aparato contaba con un sensor que la saludaba todos los días cuando llegaba de la escuela.
Amira lo quería tanto que le puso R2-D2C (la «C» por Carvajal, claro) y fue su amigo imaginario de verdad como hasta los 13 años. A los 17 se fue a estudiar a Bogotá y R2-D2C se quedó esperándola inmóvil en la esquina del cuarto para decirle hola cada que regresaba a visitar a sus papás.
Hoy Amira tiene 29 y está esperando una niña. Secretamente, y con algo de culpa, ansía que tenga asma.