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Abismo visto desde un mirador

En cierta ciudad es bien conocida la historia de dos enamorados cuya relación era criticada con severidad por ambas familias. Tal situación, aunada al sentimiento inenarrable que debieron tener el uno por el otro, obligó a estos amantes a tomar la decisión de arrojarse, agarrados de la mano, desde el observatorio ubicado en uno de los cerros en las afueras de la ciudad hacia el pequeño abismo que se extiende delante de aquella construcción.

En realidad la historia está llena de imprecisiones y libertades estilísticas debido a que se ha transmitido oralmente desde hace ya muchos años, pero el final está destinado siempre a ser de una terrible desolación o de un humor absurdamente negro dado que uno de ellos sobrevive al salto, enfatizando aquella imposibilidad de estar juntos. En la versión que conocí primero, el sobreviviente es salvado por algunas ramas en su caída, pero aun así termina en coma y, por lo tanto, no tiene idea de lo sucedido después de soltar la mano de su pareja ni puede imaginar la vida que le espera en caso de salir de tal estado. En otra versión de tantas más que existen, uno de ellos sobrevive al caer sobre una tercera persona que pierde la vida en el instante mismo del impacto; incluso hay quien señala la grieta dejada en el piso por el golpe. Pero en todas ellas los enamorados miran de frente al abismo, tomados de la mano, a punto de hacer la decisión más importante de sus vidas.

Quizás no haya buenos narradores en aquella ciudad.

 

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Músico, escritor, lector, cinéfilo, melómano, hijo, primo, hermano y amigo nacido en la ciudad de México un hermoso y soleado miércoles 29 de febrero de 1984. Gusta de todas las formas de la imaginación y del humor sin discriminación alguna. También disfruta ocasionalmente de una buena novela policiaca. Sostiene que la escritura literaria es una búsqueda donde la voz del escritor debe ser la única constante. En alguna reunión llegó a afirmar: “Puedo suscribirme a cualquier corriente de pensamiento, siempre y cuando sea lo bastante corriente”. No ha recibido ninguna distinción literaria, pero ha otorgado dos títulos de “Abuela Honoris Causa” hasta el momento. El primero a Susan Sontag por su labor crítica y, sobre todo, por esta fotografía; el segundo a Wisława Szymborska por su obra poética y por la persona que imagina detrás de esos poemas. Participó en el proyecto de investigación de literatura policiaca “Crimen y ficción”. Actualmente escribe una columna mensual de cine para la revista Síncope, mantiene el blog “Antología (no tan) arbitraria de textos” y toca la guitarra en la banda mexicana de swing Cotton’s.
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