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Antiguo, no extinto

El dinosaurio que camina lento –absurdo, atento y exuberante–, tenía pendiente una visita con el tiempo.

Paso a paso emprendió un viaje sin regreso hacia donde las manecillas del reloj no dan vuelta. Quería viajar al pasado y, quizá, un poco más allá.

Tic-tac, tic, tac. Paso a paso más lento que un segundo.

Las horas se transformaron en años, los días en siglos y así pasaron los meses sin llegar a ningún lado. Tal parece que ya no hay modo de echar el tiempo atrás.

Cansado, viejo, con las patas hinchadas, se detuvo a contemplar las costras de su dedos. Cada costra era un minuto gastado en tratar de regresar el tiempo sin ningún resultado.

Luego de pasar un buen rato pensando, se incorporó y miró hacia el frente: «Si no hay marcha atrás entonces lo mejor será caminar hacia adelante».

El dinosaurio con sus costras, sus patas hinchadas y aún con la idea de vivir en el pasado retomó el camino hacia el futuro, uno que no existe, que no conoce y que tal vez nunca vivirá.

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Escritora. Bruja de oficio, cocinera de palabras por accidente. Cambio de color todo el tiempo porque no me gusta el gris, un poco sí el negro, pero nada como un puñado de crayolas para ponerle matiz al papel. A veces escribo porque no sé cómo más decir las cosas, a veces pinto porque no sé como escribir lo que estoy pensando, pero siempre o casi siempre me visto de algún modo especial para despistar al enemigo. Me gusta hablar y aunque no me gusta mucho la gente, siempre encuentro algún modo de pasar bien el tiempo rodeada de toda clase de especies. El trabajo me apasiona, los lápices de madera No. 2 también; conocer lugares me fascina y comer rico me pone muy feliz. Vivo de las palabras, del Internet y de levantarme todas las mañanas para seguir una rutina que espero algún día pueda romper para irme a vivir a la playa, tomar bloody marys con sombrillita y ponerme al sol hasta que me arda la conciencia. Por el momento vivo enamorada y no conozco otro lugar mejor. El latte caliente, una caja de camellos, una coca cola fría por la tarde, si se puede coca cola todo el día, y un beso antes de dormir son mi receta favorita para sonreír cuando incluso el color más brillante se ve gris. La Avinchuela mágica.
Ilustradora. Experta en llegar a casa sin dobladillo, hacerla de pepenador y mantener todo en absoluto desorden. “La Muñeca” (mote familiar que ganó al nacer por su tamaño convenientemente particular), se inclina por las artes gracias a los monos de perfil con grandes narices de su padre y a la famosa “libreta roja” de recortes y canciones su madre. Su incapacidad de recrear lo real nace a partir del “Alacrán, cran, cran” cuando, en lugar de una imagen, su madre pega uno real… Hace ilustraciones para revistas, libros para niños y de vez en cuando una que otra escultura con chicle o tela.
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