Rojo, cabello largo, piernas entumidas y enredadas como un caracol.
Dicen los de la aldea que la han visto caminando por las noches, mientras los lobos hambrientos aúllan oliendo el humo de la fogata que se esparce por el viento como buscando alguna presa que comer.
Es tan bella como blanca; hipnótica, perfecta combinación de humano y animal. Si logras mirarla a los ojos, cual Medusa se mete en tu cerebro, te paraliza y acaba por beberse toda tu sangre hasta que ya no queda nada más.
Pupilas caóticas, curvas ermitañas y un corazón negro que desgarra las entrañas. Mientras bebe suspira, se adueña de la tierra y sumerge sus labios en la lava caliente que salpica de tu cuello.
Por las mañanas también la han visto, lamiéndose las heridas y escondida en un hueco entre las piedras, con los brazos extendidos, esperando, acechando.
Vampiro de la nada envuelta en celo, inmortal, etérea y con el alma oliendo a sexo entre las piernas.