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Cicatriz

No llames a este amor destino
llámalo arrebato
peso
calle
robo

llámalo amante
paseo
«buenas tardes, buenos días»
llámalo vernos
fuego
manos

Quien me haya amado
está más triste

Sé que te has sentado en muchas rodillas
así que no me llames destino
ni me compadezcas

No me asusto, ni me importa
poco a poco soy pasajero de arena
la corriente de tu desnudo
el árbol que mece tu locura
Soy feliz porque besé a los animales
Los días me hicieron el alma un cenicero

Y ahora quieres abandonarte a ti misma
en el cuerpo de otro
Así que no llames a este amor destino

llámalo canción
sangrado
batalla
llámalo cadáver
sueño
luna inclinada

llámalo como quieras
pero no me llames
ya no me ames
ya no son llamas.

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Me enseñaron a escribir y a contar desde los tres años con ayuda de naipes, corcholatas de colores y revistas de ciencia.

Mi televisión (de esas grandotas de madera ) no se veía, así que tenía que imaginarme lo que sucedía adentro, ¡oh imaginación!

La poesía es como un sol, adentro, único y salvado: respirar de sus manos amigas, como de pájaros azules que se vuelan por el cráneo, pisar el pasto seco y el aroma acuarela de los mercados, decir con sus jaulas las negras olas desnudas que me toman por el brazo; el sol ondula por encima, como un pálido disco blanco enjuagado. Cuando no trabajo en mi laboratorio me gusta salir a caminar mucho y visitar el océano, ¡ah! y los efectos psicodélicos de las guitarras jaguar.

Me gustan las puertas viejas y vencidas, los paseos sin sentido y el viento en la cara cuando voy en moto. No me gusta cortarme el cabello.

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No pares, ¡sigue leyendo!

Del yo y los otros

Primero fue el texto

Me miraban, yo sé que lo hacían, y mientras todos se llenaban de odio y envidia yo, el único, el ser inmortal entre…

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