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Cíclope

Nada sino la luz. No hay nada sino la luz
contra la luz.
–O. Paz

La letra mira la sombra que proyecta.
Regresa la vista a quien la escribe.
El ojo de la letra es un astro.
Avanzo directamente hacia ella,
la embisto, la pronuncio y de inmediato se multiplica.
Avanzo, su aliento me pertenece.
Yo la pinto de negro, le doy línea y forma, sonido.
Herida sobre el papel se deshabita.
Su soledad en la página puebla los vacíos.
Fluye inmortal, en la boca y los ojos de otros,
cada vez, diferente…
Donde la contemplo y me contempla,
nuestros ojos, se vuelven uno, en el tiempo
somos uno.
Dejamos atrás la memoria,
ese limbo donde el espacio es escultura.

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Me enseñaron a escribir y a contar desde los tres años con ayuda de naipes, corcholatas de colores y revistas de ciencia.

Mi televisión (de esas grandotas de madera ) no se veía, así que tenía que imaginarme lo que sucedía adentro, ¡oh imaginación!

La poesía es como un sol, adentro, único y salvado: respirar de sus manos amigas, como de pájaros azules que se vuelan por el cráneo, pisar el pasto seco y el aroma acuarela de los mercados, decir con sus jaulas las negras olas desnudas que me toman por el brazo; el sol ondula por encima, como un pálido disco blanco enjuagado. Cuando no trabajo en mi laboratorio me gusta salir a caminar mucho y visitar el océano, ¡ah! y los efectos psicodélicos de las guitarras jaguar.

Me gustan las puertas viejas y vencidas, los paseos sin sentido y el viento en la cara cuando voy en moto. No me gusta cortarme el cabello.

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