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Comida para gato

Desayunábamos tranquilos cuando Camilo empezó a regañarme porque me había gastado los 500 pesos que me dio para comprar pan. En ese momento noté que un pedazo de tocino se le cayó de la boca. Luego vino el gato y se lo comió.

Por ahí andaba el pobre buscando su pedazo de carne como si no hubiera comido en días o como si su vida dependiera de ese trozo de animal muerto y ahumado. Me preguntó varias veces si no lo había visto, y como sí sabía, sentí feo decirle lo que había pasado. Simplemente me hice loca y me fui.

A la mañana siguiente noté que su cara estaba grande e hinchada, y no hablaba. Pensé que habría sido alguna alergia o que le había salido un grano, pero conforme pasaba el día no solo estaba hinchando, también morado. Ya por la tarde vi que no soltaba un trapito blanco con el que se limpiaba a cada rato y cuando le pregunté qué pasaba y porque lucía tan deteriorado, trató de abrir un poco la boca pero desistió y se fue llorando.

Casi al final del día me fui a la cocina a servirle un poco de paté al gato, y mientras ponía aquella cosa apestosa en un plato, Chayo se empezó a contorsionar: “«bola de pelo», pensé. Me acerqué a darle su cena y mi sorpresa fue ver que había devuelto aquel pedazo de carne que yo creí que era grasa de tocino. Pero no, era un cacho de carne rosa y cruda. La tiré.

Ya en la cama traté confortarlo y animarlo a que me contara qué le sucedía. Ahí noté que el trapito blanco estaba lleno de sangre y salivaba como bebe sin dientes, y es que le faltaba una parte de la lengua, la misma parte que había yo tirado al bote.

Desafortunadamente ése era el día en que pasa el camión de la basura. Afortunadamente nunca más volvimos a pelearnos por dinero.

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Escritora. Bruja de oficio, cocinera de palabras por accidente. Cambio de color todo el tiempo porque no me gusta el gris, un poco sí el negro, pero nada como un puñado de crayolas para ponerle matiz al papel. A veces escribo porque no sé cómo más decir las cosas, a veces pinto porque no sé como escribir lo que estoy pensando, pero siempre o casi siempre me visto de algún modo especial para despistar al enemigo. Me gusta hablar y aunque no me gusta mucho la gente, siempre encuentro algún modo de pasar bien el tiempo rodeada de toda clase de especies. El trabajo me apasiona, los lápices de madera No. 2 también; conocer lugares me fascina y comer rico me pone muy feliz. Vivo de las palabras, del Internet y de levantarme todas las mañanas para seguir una rutina que espero algún día pueda romper para irme a vivir a la playa, tomar bloody marys con sombrillita y ponerme al sol hasta que me arda la conciencia. Por el momento vivo enamorada y no conozco otro lugar mejor. El latte caliente, una caja de camellos, una coca cola fría por la tarde, si se puede coca cola todo el día, y un beso antes de dormir son mi receta favorita para sonreír cuando incluso el color más brillante se ve gris. La Avinchuela mágica.
¡Hola! Soy Esther. Nací y crecí en el norte del país, donde la bonita tradición del shopping, el cable en inglés, la artesanía mexicana, el anime del 7 y la música de los Beatles marcaron mi adolescencia y mi trabajo. Enjoy.
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