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De por qué a Josefina le gustan los cuentos…

A Josefina le gustan los cuentos. A veces parece que de verdad los imagina, otras creo que sólo hace como que los escucha para que me quede en casa.

Josefina se parece a mí. Le gustan las cosas sencillas como una taza de leche fría, las galletas con sabor a pasto; come la mitad del día y la otra la ocupa para dormir acurrucada en su cobija favorita.

Josefina tiene tanto pelo que, aunque es muy pequeña, podría pasar por una almohada que resulta inconvenientemente cómoda para acurrucarse.

Y cuando no quiere hablar con nadie se mete en una caja para que nada, ni siquiera la luz de la lámpara, interrumpa su relajante ronroneo el cual —dicen los amantes de los gatos— aleja a los espíritus, quita la gastritis y libera la tensión.

Tal vez esa sea la razón por la que me cae bien Josefina, porque cuando nos sentamos a leer un libro de portada oscura se nos olvida el tiempo, la lluvia (que por cierto no nos gusta), el ruido de la vecina y sus trastes sucios, y hasta el fantasma de la señora que murió en el piso de abajo.

Josefina no canta, no llora, y mucho menos ríe (casi siempre está de mal humor), pero si prendo un cigarro para acompañar nuestra lectura hace un gesto de complicidad, que me recuerda por qué llevamos más de 9 vidas leyendo juntas.

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Escritora. Bruja de oficio, cocinera de palabras por accidente. Cambio de color todo el tiempo porque no me gusta el gris, un poco sí el negro, pero nada como un puñado de crayolas para ponerle matiz al papel. A veces escribo porque no sé cómo más decir las cosas, a veces pinto porque no sé como escribir lo que estoy pensando, pero siempre o casi siempre me visto de algún modo especial para despistar al enemigo. Me gusta hablar y aunque no me gusta mucho la gente, siempre encuentro algún modo de pasar bien el tiempo rodeada de toda clase de especies. El trabajo me apasiona, los lápices de madera No. 2 también; conocer lugares me fascina y comer rico me pone muy feliz. Vivo de las palabras, del Internet y de levantarme todas las mañanas para seguir una rutina que espero algún día pueda romper para irme a vivir a la playa, tomar bloody marys con sombrillita y ponerme al sol hasta que me arda la conciencia. Por el momento vivo enamorada y no conozco otro lugar mejor. El latte caliente, una caja de camellos, una coca cola fría por la tarde, si se puede coca cola todo el día, y un beso antes de dormir son mi receta favorita para sonreír cuando incluso el color más brillante se ve gris. La Avinchuela mágica.
Ilustradora. Erika Posada, aka e.M.a. Publicista, diseñadora gráfica, ilustradora, freelance, libra, adoradora del sol, amante empedernida de los felinos y adicta al sonido que genera el aplastar hojitas y vainas secas en la calle.
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