Y allí está, sentada defendiendo el poco espacio que ocupa, discutiendo con sus ganas de abrazarle, en cama lloriqueándole al oído mientras duerme.
Allí está, callada forcejeando con sus diálogos absurdos, con preguntas tontas, contra ideas sin respuesta.
Y cuando por fin habla, cuando al fin pronuncia algún sonido, sus ojos se encuentran con los suyos exigiendo una palabra, demandando comprensión para el silencio.
Y allí está, escuchándolo con gestos de interés, esculpiendo algunas muecas indistintas, ansiosa en sus escotes y profundamente triste por estar vestida.