Gracias por fingir cada mañana que no sufres por dejar mis brazos en el lecho.
Gracias por fingir que no piensas todo el día en los besos que nos damos cuando el alba cae.
Gracias por fingir que no te excitan mis tacones altos y mis sutiles desabrochados.
Gracias por fingir tu hambre para seguir tu camino hasta la cama.
Gracias por fingir que el gato voyerista no te intimida a la hora de abrazarme.
Gracias por fingir que las estrellas no son tan bellas cuando llegas a nuestra morada, pero sobre todo, gracias por fingir que no existe nada más en este mundo cuando por fin llega el momento de unirnos.