A la orilla del mar. Las olas. El reflujo. Imagen de memoria, memoria de imagen. Desaparecer presente de ausencia. Ilimitado. Un azul profundo azogado, ahogado en el hado, abrazado e inundado, embestida la mirada, seducido el cuerpo.
Un trago y un cigarrillo en la mano, escuchando la nostalgia, buscando el reverso, mordiendo la tristeza. Resistiendo a la vida de un día, anhelando eternidad, mirando detrás de las cosas, clamando estar en otro lado, en otro mirador.
Terrible rutina que gira, se enrolla, se apelmaza, adormece, narcotiza, endroga… Porque no veo lados, porque no hay picos, porque el hilo se ensortija, porque no hay cortes: continuidad que devora. No veo límites. Ningún orgasmo que estalle desde dentro, sin voz, sin sonora visión. Atragantado de sensaciones. Estimulado. Excedido sin reacción, peor que perro de Pavlov, atrancado sin salir, amarrado, amordazado.