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DOC. 20171116

Noviembre 16 de 2016

Señor Inspector
José Ignacio Rojas.

Al principio, contestaba la llamada, y no escuchaba nada. Sólo silencio. Y entonces colgaba de una. Siempre llamaban a la misma hora, cuando yo ya estaba listo para acostarme y tenía que ir hasta el viejo teléfono alámbrico que estaba en la cocina. Silencio. Colgaba.

Después me di cuenta de que respiraban. A los tres días de gritarle activé el identificador de llamadas. Contesté, respiración, colgué y llamé de vuelta y en efecto levantaban el teléfono, pero lo mismo, respiración. Insulté, hablé, susurré, amenacé, pero nada.

En un punto de desesperación, me quedé callado con el auricular en la oreja, a ver qué pasaba. La respiración empezó a incrementar, a ahondarse, la empecé a sentir femenina en la oreja, casi caliente, y luego empezó un gemido de hembra, de mujer excitada, casi sentía un leve chapoteo por allá abajo.

Hace dos semanas la amplifico con un micrófono que le instalé y la grabo a ver quién es, a ver por qué llama a masturbarse y luego cuelga, todos los días, respira como una mujer hermosa, y yo no hago más que esperar esa llamada porque quiero encontrarla, a toda costa, amo ese orgasmo diario que alguien me otorga, señor inspector, por eso le solicito mediante esta carta, me digan la dirección que corresponde a este número de teléfono: 294 33 23.

Muchas gracias de antemano.
Cordialmente,

Pablo Del Real

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Escritor/Ilustrador. Diseñador gráfico alma vendida, hedonista de bolsillo vacío, activista de la pereza y los vicios solitarios, nacido en tierra de nadie Santiago de Cali, prosperó en la vida alegre y fue criado en modo experimental, casi como un hámster de ritmos tropicales, con la ternura y los dientes necesarios para dar un par de puñaladas de cariño y el justo pelito afelpado de la embriaguez. Cree que el juicio es una trampa, la cerveza es una dicha y el humor confunde al tiempo; cree que el dinero es para los amigos, los genitales para el viento tibio y un vaso de licor con hielos para mantener el equilibrio en cualquier ocasión que valga la pena. Dibuja desde siempre, con disciplina de borracho -tinta y mugre- y nunca termina nada, no sabe de finales ni de principios ni de la ciencia exacta del éxito. Pero sabe caminar por ahí, encontrando compinches que han iluminado las vueltas de su vida, y le escuchan sus teorías de viejo impertinente, iconoclasta y prostático, a cambio del poco tiempo que nos queda. Amén.
Suele dibujar situaciones autobiográficas y momentos sensibles e imaginarios que la han llevado a tener un mundo paralelo. Ama el arte en cada una de sus expresiones y a los que viven para crear.
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