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El delineador

Si bien el maquillarse constituía todo un ritual, delinearse los ojos tenía un valor especial. Era aquel punto en donde sus dos vidas dejaban de ser veredas separadas para unirse en un solo camino. Tenía especial cuidado de utilizar un lápiz que sirviera tanto para hacer complicadas ecuaciones como para remarcar de manera provocadora el azul profundo de sus ojos.

Pensaba a menudo en esta bifurcación de realidades. Muchas veces al ser penetrada con violencia y desesperación venía a su mente la solución a ese problema matemático que tenía días sin resolver. A veces llegaba en medio de un orgasmo. En esos momentos se abandonaba a sí misma en el éxtasis no del placer corporal, sino de haber encontrado esa escurridiza respuesta.

No le sucedía con todos los clientes, sólo con aquellos que la trataban con cuidado o que tenían cierta fijación con su cuerpo. Recordaba la ocasión en la que un cliente había eyaculado en sus pies porque en ese instante su mente, como por arte de magia, comprendió de manera precisa lo que había escuchado de su profesor unas horas antes. Justificaba el hecho de ser una puta fina con el argumento de que eso pagaba sus estudios, el alquiler y la comida pero, siendo francos, disfrutaba estudiar para un examen de estadística tanto como sentir entre sus labios la eyaculación espesa y viscosa del cliente en turno.

Descubría tantas cosas de sí misma en las matemáticas como cuando abría las piernas por dinero, así que no veía ninguna razón de peso para renunciar.

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Escritor. Es padre de una pulga atómica y huérfano de un niño que era demasiado bueno para estar en este mundo. Ateo por convicción y no por moda a pesar de la insistencia de el Diablo por acercarse a Dios, consumidor compulsivo de música y lector voraz por temporadas. Actor truncado convertido en pseudo-cinéfilo que evita las películas sin contenido, disfruta de las comedias ácidas y rehúye el cine gore. También disfruta de aquellas comedias románticas en las que todos son felices por siempre jamás (iluso). Tiene noches de insomnio involuntario, sobre todo cuando el peso de la vida le parece excesivo para llevarlo sobre sus hombros. Paciente rebelde que tiene miedo de tomarse las pastillas (cree que pueden volverle una persona cuerda). Rockstar frustrado, y escritor que vierte lo que piensa y siente en cualquier papel que se le ponga enfrente. Si les interesa conocerlo, amarlo, odiarlo, despreciarlo, etiquetarlo, felicitarlo o consumirlo, sólo tienen que leerlo.
Ilustradora. Experta en llegar a casa sin dobladillo, hacerla de pepenador y mantener todo en absoluto desorden. “La Muñeca” (mote familiar que ganó al nacer por su tamaño convenientemente particular), se inclina por las artes gracias a los monos de perfil con grandes narices de su padre y a la famosa “libreta roja” de recortes y canciones su madre. Su incapacidad de recrear lo real nace a partir del “Alacrán, cran, cran” cuando, en lugar de una imagen, su madre pega uno real… Hace ilustraciones para revistas, libros para niños y de vez en cuando una que otra escultura con chicle o tela.
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