Skip to content

Grieta

Se llevó la mano a la cabeza: su tacto no percibió la humedad que deja una herida abierta.

Tenía la resaca de un golpe seco, estridente.

La vida se le partía en el hueso occipital.

Abrió los ojos: el frío inmovilizaba sus articulaciones; las gotas de agua subterránea reverberaban en el fondo de la penumbra. Ausencia de luz, o es eso a lo que le llaman oscuridad.

Giró el cuerpo para quedar boca arriba. Un agujero luminoso y lejano dilató sus pupilas.

Camina sobre la tabla, no mires hacia abajo; recuerda que así fue cuando perdió el equilibrio.

Se irguió con dificultad. Las piernas no lograron sostenerla de pie por mucho tiempo. Miró de nuevo la salida, allá arriba, distante.

El ascenso sería largo, pesado y con riesgo de caer de nuevo.

 

Loading

Escritora. Cafeinómana, observadora, insomne. De ser trapecista caminaría todo el tiempo por las orillas.

Anterior
Siguiente

No pares, ¡sigue leyendo!

Con todo el amor de mi hemisferio derecho

Aparato

¿Me amarías tanto hasta que se te duerman las manos y sientas que no volverás a sentir nada más que no sea mi…

Volver arriba