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La postal

—Por eso guardamos todas sus cosas —me dice tu madre. Aunque llora, se le ve tan calmada… Qué ganas de preguntarle por qué no te detuvo, por qué dejó que te fueras de viaje sin decirte nada si sabía de antemano. Hubiéramos podido estar los tres juntos en esta sala, tú y yo tratando de explicarle nuevamente cómo nos enamoramos, pidiéndole que entienda de una buena vez que no hay nada que entender: esas cosas suceden. Pero en su lugar sostenemos esta conversación sobre el destino de tus restos y sobre la postal que recibí un par de días después de la noticia. Qué ganas de preguntarle… pero conozco la respuesta: no sabía, cómo iba a saberlo cualquiera. Jamás la había visto así, te soy sincero. Apenas dice palabra alguna. Prefiere apretar una servilleta con las manos y contener el llanto antes que decirme cualquier cosa. Y yo tampoco trato de romper este silencio. Ambos miramos esa postal con manchas de café sobre la mesa, pero no queremos leerla—. No tendríamos nada para recordarla si no guardáramos sus cosas.

—Tengo que salir un momento. Perdone, no me siento bien —tu madre sabe que no pienso regresar pronto porque no tolero esta atmósfera de gente llorosa, ni la idea de tu cuerpo en un ataúd. Sospecha que pienso escaparme de este dolor y es probable que lo haga. ¿Me culparías? Necesitamos tiempo para superar tu ausencia y no sé si quiera regresar aquí otro día.

—Deja la postal en la mesa antes de salir. No quiero que te lleves nada más. —¿Qué más podría llevarme?

 

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Músico, escritor, lector, cinéfilo, melómano, hijo, primo, hermano y amigo nacido en la ciudad de México un hermoso y soleado miércoles 29 de febrero de 1984. Gusta de todas las formas de la imaginación y del humor sin discriminación alguna. También disfruta ocasionalmente de una buena novela policiaca. Sostiene que la escritura literaria es una búsqueda donde la voz del escritor debe ser la única constante. En alguna reunión llegó a afirmar: “Puedo suscribirme a cualquier corriente de pensamiento, siempre y cuando sea lo bastante corriente”. No ha recibido ninguna distinción literaria, pero ha otorgado dos títulos de “Abuela Honoris Causa” hasta el momento. El primero a Susan Sontag por su labor crítica y, sobre todo, por esta fotografía; el segundo a Wisława Szymborska por su obra poética y por la persona que imagina detrás de esos poemas. Participó en el proyecto de investigación de literatura policiaca “Crimen y ficción”. Actualmente escribe una columna mensual de cine para la revista Síncope, mantiene el blog “Antología (no tan) arbitraria de textos” y toca la guitarra en la banda mexicana de swing Cotton’s.
Ilustradora. Experta en llegar a casa sin dobladillo, hacerla de pepenador y mantener todo en absoluto desorden. “La Muñeca” (mote familiar que ganó al nacer por su tamaño convenientemente particular), se inclina por las artes gracias a los monos de perfil con grandes narices de su padre y a la famosa “libreta roja” de recortes y canciones su madre. Su incapacidad de recrear lo real nace a partir del “Alacrán, cran, cran” cuando, en lugar de una imagen, su madre pega uno real… Hace ilustraciones para revistas, libros para niños y de vez en cuando una que otra escultura con chicle o tela.
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