No juegues a ser monstruo, no te queda ese color.
Si supiera que puedes asustarme con tus artimañas habría comprado un escudo protector o empuñado un anillo de poder, pero tu humor ácido e iluminación cruel no me intimidan.
Tengo más fuerza para devolverte el grito, diez veces más voraz y cincuenta veces más ensordecedor.
No te quedan los gruñidos y romper los muebles es tedioso, importuno… patético.
No me amenaces con beber mi sangre, comerte mi cerebro o envenenarme con tus garras; tus dientes ya no me duelen.
No juegues a ser monstruo. No juegues a matar. No quieras sorprenderme con tu maldad artificial.
No me busques, no me aceches, no me llames.
El verdadero monstruo soy yo.