Hambriento de totalidad, luego de milenios de extravío el ser viene de vuelta. El espíritu se asienta bajo el cuerpo, la conciencia comienza de nuevo a delinear su figura en el espejo.
Las manos dejan de temblar, el miedo huye por ese camino primigenio que a esta altura ha dejado de distinguirse. Luego de milenios de respirar en la niebla, el espíritu se siente entrenado para ejercicios mayores.
Los antiguos sabían que después de la tormenta se ve claro y se respira fresco. Sin embargo, son muy pocos quienes conservan energías para salir a caminar después de la tormenta.
Hambriento de totalidad, luego de milenios de extravío, el ser viene de vuelta.
