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Hazme un un colibrí

Phuyu llevaba días escondido en el bosque con el único e inexplicable propósito de reconocer todos los sonidos que los pájaros emiten cuando llega el verano. Se escondía tras los arbustos que rodeaban su casa, disfrazado de ave del campo. Era difícil separar el canto de cada ave, pues cuando un pájaro cambiaba de color también lo hacía el silbido que salía de su garganta.

Habían pasado dos semanas y Phuyu había registrado casi mil sonidos por ave; algunos ya hasta podía imitarlos, otros simplemente eran imposibles de copiar.

Para la semana tres, Phuyu había logrado entender el lenguaje y comenzó a alimentarse de bayas, lombrices y pasto. Al mes, ya sabía cantar, silbar, hablar, quejarse y usar la boca como un colibrí.

Corría entre la hierba agitando los brazos como un loco e incluso se había construido un nido. Sin embargo, había algo que Phuyu todavía no sabía hacer pero que estaba dispuesto a lograr. Durante los días siguientes empezó a recolectar plumas de todos los colores y a pegárselas en el cuerpo con sus babas.

Al acercarse el fin del verano, los pájaros comenzaron a emigrar y Phuyu preocupado por quedarse fuera de la bandada y agobiado por la urgencia trepó al árbol más alto del lugar,  dio un grito agudo y se dejó caer, pero al momento de tirarse pensó que era imposible.

Acabó el verano, las aves se fueron y de aquel sueño sólo quedó el cuerpo de Phuyu destripado y sin plumas.

Tal vez si al momento de caer hubiera creído con todas sus fuerzas…

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Escritora. Bruja de oficio, cocinera de palabras por accidente. Cambio de color todo el tiempo porque no me gusta el gris, un poco sí el negro, pero nada como un puñado de crayolas para ponerle matiz al papel. A veces escribo porque no sé cómo más decir las cosas, a veces pinto porque no sé como escribir lo que estoy pensando, pero siempre o casi siempre me visto de algún modo especial para despistar al enemigo. Me gusta hablar y aunque no me gusta mucho la gente, siempre encuentro algún modo de pasar bien el tiempo rodeada de toda clase de especies. El trabajo me apasiona, los lápices de madera No. 2 también; conocer lugares me fascina y comer rico me pone muy feliz. Vivo de las palabras, del Internet y de levantarme todas las mañanas para seguir una rutina que espero algún día pueda romper para irme a vivir a la playa, tomar bloody marys con sombrillita y ponerme al sol hasta que me arda la conciencia. Por el momento vivo enamorada y no conozco otro lugar mejor. El latte caliente, una caja de camellos, una coca cola fría por la tarde, si se puede coca cola todo el día, y un beso antes de dormir son mi receta favorita para sonreír cuando incluso el color más brillante se ve gris. La Avinchuela mágica.
Ilustradora. Pili Aguado (Tolosa, 1981) . Licenciada en Bellas Artes en la especialidad de Artes Gráficas. Bajo la marca LA ORUGA DE CELIA, Pili comienza a realizar varios diseños e ilustraciones aplicados a productos textiles, artesanales y decorativos, recibiendo varios encargos y distribuyendo sus productos en varias tiendas en Barcelona, Asturias, Valencia, Madrid, etc. Centrada en su labor como ilustradora, participa en varias muestras en España, es invitada para la realización de un libro de artista en una exposición en Chile y colabora con un colectivo mexicano aportando un dibujo para una exposición colectiva. Actualmente, se encuentra inmersa en varios proyectos de ilustración aplicada a diferentes ramas: editorial, web, etc., y se presenta dispuesta para participar en cualquier proyecto que pueda surgir.
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