Un día me voy a levantar a una hora razonable, voy a desayunar algo más que café (jugo, dos rebanadas de tocino, pan integral), voy a recuperar mi rutina de ejercicio y después voy a desayunar otra vez (como persona y no la tomadura de pelo de hace una hora). Tomaré un baño corto y frío. Leeré al menos dos horas, avanzaré con esa traducción, luego practicaré mi caligrafía. Al pie del escritorio, escribiré el mejor cuento del mundo, el que no pudo escribir Kipling. Y seguiré así y así serán los días. Quizá hasta salga a la calle y esta vez no intente degollar niños en el metro.
Es sólo que ese día no es hoy.