Los ojos bien abiertos aunque piquen, así es cada vez: un ardor que hace que sientas lo redondo de los ojos. Empezamos por ahí, por saber lo redondo. Casi de inmediato viene una expansión de las fosas nasales y tener las narices atentas. De tan anchas que se hacen, abres la boca y entra un sabor del aire. Los recuerdos más graves aparecen haciendo líneas en toda la cara.
Los oídos se cierran y aparece el sonido del humo. Como cuando te pegas el caracol a la oreja y oyes las olas. Aquí oyes las serpientes de humo que flotan en el aire. Es un momento de cabeza hueca. Y el cuerpo en un instante se desvanece.