Para los demás su obra era perfecta, pero él sabía que eso no era posible.
—In ilo tempore, todo era origen y fin: ahí pues la perfección.
Y mientras pensaba y pensaba, por un instante se sintió acogido por una certeza: en efecto, Dios había muerto; pero no por olvido, sino porque se había suicidado.
—Si mi obra fuera perfecta la habría firmado con mi propia sangre, pero sigo aquí, aquí que recién descubro que no soy Dios; que no estoy muerto.