Todos creíamos que jugaba a ser ciego pero no, no era un juego. En el seminario, pronto nos contaron su historia.
Se le había pedido la fe más grande, la humildad más férrea; y entonces, un día, desesperado por su duda, acosado por su escepticismo, no pudo más y se sacó los ojos.
Dicen que ahora su fe es invencible, que acabó con zozobras, que mató al miedo.
