Salí de la preparatoria siendo aún virgen, pero me conocían como la Perra Mayor. Supuestamente me acosté con un maestro en el estacionamiento: nos vieron salir de la parte de atrás de su camioneta de vidrios polarizados y asumieron lo que había pasado. Yo estaba feliz de haber obtenido unos libros prestados. Después de eso los chicos me gritaban piropos en los pasillos y me buscaban para salir con ellos. Al poco tiempo las historias se multiplicaron. Yo era aquella Perra Legendaria que todo lo hacía; no me privaba de nada, las más oscuras perversiones eran poco para mí. Pasé de ser un cero a la izquierda a ser la más popular, si se le puede llamar así. La verdad es que tenía tan mala suerte y los hombres se ponían tan nerviosos conmigo que siempre salían mal las citas con algunos, o yo perdía el interés con otros, con los mamoncitos. Salí en muchas primeras citas con casi todos mis compañeros. No había cosa que no se supiera al día siguiente, yo era la principal protagonista de tríos, orgías, de posiciones, juegos y juguetes extraños. Creo que lo hice hasta con una pitón, con una especie de androide, con calamares gigantes y aliens. No sé en qué momento comencé a llevar un diario de mi vida falsa, con dibujos, fotos y anotaciones. Yo disfrutaba de plasmar los más mínimos detalles de mis aventuras y dejaba que lo leyeran. Cuando mis papás se enteraron de mi reputación me mandaron a estudiar a otra escuela lejos y ya nunca supe nada de mis admiradores y nadie me volvió a llamar Perra… no con cariño. El diario se quedó inconcluso. Un día lo perdí y una parte mía murió. Desde entonces ya nada volvería a ser igual.
