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La terrible y trágica pero a la vez cómica historia de un hombre incapaz de matar a su esposa

Nunca he estado feliz, nada me embona ni me acomoda. Aquella noche estaba triste, tan triste que todo a mi alrededor apestaba, las flores caían, el aire pesaba, la lluvia era caliente mientras un perro, observando mi tragedia, en lo alto de una casa se suicidaba. Caminaba y me repetía a mí mismo y decía: mí mismo, tienes que ser fuerte, valiente, aguerrido, porque ya has sido infeliz tantas veces que ahora no puedes escapar de su nido. Siempre tuve un instinto animal, de niño comía pedazos de carne cruda para sentir el frío de la muerte, pero esa noche no pude, no lo tuve y me arrepiento de haberlo pensado, porque hay cosas que no se piensan, se hacen y listo. Esa noche marcó mi camino.

Soñador. Escritor con los ojos abiertos. Mirada en la espalda. Aprendió a vivir las calles, los buenos tacos y el sudor de las mujeres. México es un puñal clavado en su espalda.

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